Íntimamente relacionado con el acero al crisol,
se encuentra el acero al vacío. Se denomina así
el acero resultante cuando, en algún momento
del proceso, el líquido se encuentra rodeado por
una disminución de la presión atmosférica. Esto
facilita que se eliminen los gases ocluidos en el
metal líquido, como son el óxido de carbono,
el oxígeno, el hidrógeno, el plomo, etc. El principal riesgo derivado de la existencia de óxido de
carbono en el acero líquido lo constituye la posibilidad de reoxidación al final del afino. El hidrógeno adsorbido en los límites de grano del
acero actúa como un eficaz, fragilizante, inconveniente que se elimina con esta tecnología, que
empezó a aplicarse en 1920.
Las ventajas que implica el empleo del vacío al
fabricar aceros especiales se resumen en la completa ausencia de carburaciones y descarburaciones superficiales y la eliminación de oclusiones gaseosas v volátiles.
La desgasificación es tanto más eficaz cuanto
más cerca de la solidificación se realiza, ya que
al manipular el acero líquido existe el peligro de
originar oclusiones gaseosas; pero la desgasificación en la cuchara significa pérdidas de calor, lo
cual dificulta el movimiento ascendente de las
burbujas gaseosas ocluidas en el metal líquido.
La desgasificación se puede realizar en el horno,
en la cuchara, en el chorro, en la lingotera y en la
colada continua.
Obtención del vacío
El vacío se genera mediante bombas mecánicas
y bombas de difusión. Las bombas mecanicéis consisten en dos cilindros colocados excéntricamente uno en el interior del otro, de manera
que el cilindro de menor diámetro va provisto de
zapatas longitudinales y las cavidades que quedan a ambos lados de ellas están en contacto con
la cámara de vacío y con el exterior. Dado que en
estas cavidades se cumple la ley de Boyle, en una
vuelta completa del cilindro interior se crea en
dos ocasiones un aumento progresivo de volumen en la cavidad que está en contacto con la cámara de vacío y, por tanto, una disminución progresiva de la presión.
Mayor grado de vacío se consigue con la bomba
difusora de aceite, que consiste en un tubo vertical en cuyo extremo inferior existe una resistencia que volatiliza el aceite o el mercurio, los cuales se condensan en el surtidor de la parte
superior de modo que las gotas condensadas
arrastran a las moléculas de aire creando una
depresión.
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