La deformación en frío produce un aumento de
la dureza y la resistencia a la tracción de los metales y aleaciones, disminuyendo su plasticidad y
tenacidad.
El cambio en la estructura (no es la constitución)
se debe a la deformación de los granos y a las
tensiones que se originan; cuando un metal ha
recibido este tratamiento, se dice que tiene acritud.
La acritud se caracteriza porque el metal adquiere un aumento de dureza tanto más considerable, dentro de ciertos límites cuanto mayor
haya sido la deformación. Además, los tratamientos mecánicos en frío producen fragilidad
en el sentido contrario de la deformación; y, debido a la falta de homogeneidad de la deformación, se ocasionan las citadas tensiones internas
en las diversas capas del metal.
Cuando el metal tiene acritud, o sea, está en estado agrio o templado en frío, sólo debe emplearse cuando no importe su fragilidad o
cuando los esfuerzos sólo actúen en la dirección
de la deformación, como ocurre con los alambres, cuerdas de piano, cintas metálicas, etc.
La acritud puede eliminarse total o parcialmente
por un tratamiento llamado recocido contra
acritud, y las tensiones internas, mediante un recocido de estabilización.
El recocido contra acritud se realiza a temperaturas muy poco superiores a la de recristalización y se aplica a todos los metales y aleaciones
que se endurecen por deformación en frío.
El recocido de estabilización se efectúa a temperaturas comprendidas entre los 100 y 200 UC y durante tiempos muy prolongados que superan
frecuentemente las 100 horas; se aplica a toda
clase de metales y aleaciones. Este tratamiento
es, en realidad, un envejecimiento artificial, pues
con él se consigue acelerar las deformaciones
que se producirían espontáneamente en el transcurso del tiempo, evitando de esta manera las
variaciones de cotas de las piezas una vez terminadas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario