Las moléculas que forman los cuerpos no están
en estado de reposo. Entre ellas existen fuerzas
de atracción (cohesión) que tienden a mantener
las unidas y otras de repulsión que actúan al
mismo tiempo y se oponen a las anteriores. En
consecuencia, habrá espacios entre ellas tanto
mayores cuanto mayor sea el predominio de éstas sobre aquéllas. Así se explican los estados en
que pueden presentarse los cuerpos, reducidos
fundamentalmente a tres: sólido, líquido y gaseoso.
Sólido
La materia se presenta como discontinua, desde
el momento en que se halla constituida por partículas elementales, moléculas y átomos. Pero,
cuando consideramos las características de una
sustancia, no tenemos solamente en cuenta el
comportamiento de los átomos aislados, sino
también el del conjunto de todos los que intervienen en su formación.
Según el estado físico de la materia, estas agrupaciones atómicas se nos manifiestan con distinto carácter. Así como, en el estado gaseoso y el
líquido, los átomos de la materia están afectados
de gran movilidad, lo cual les permite adaptarse
a cualquier configuración externa que los con-
tenga, en el estado sólido los átomos presentan
cierta persistencia en sus posiciones, lo cual,
aunque no significa rigidez, confiere a la materia
cierto grado de indeformabilidad característico
de este estado.
El estado sólido se divide en otros dos: el crista-
lino y el amorfo.
Al principio se consideró que la diferencia entre
ambos estados quedaba establecida porque el
primero, el cristalino, presentaba cierta regularidad externa que permitía la apreciación de planos y ángulos diedros en su configuración,
dando origen a formas poliédricas más o menos
complejas; por otra parte, cierta irregularidad
sistemática en sus propiedades, variables según
la dirección que se considerase en el cristal, definía el estado cristalino. El amorfo, por el contrario, manifiesta irregularidad en sus formas
externas e independencia en sus propiedades
respecto de las direcciones que se pudieran considerar.
Los especialistas, no obstante, pensaron siempre
que dicha regularidad externa en el estado cristalino debía provenir de una ordenación íntima,
de una arquitectura interna por la cual los átomos constituyentes del cuerpo cristalino se ha
liaran distribuidos según una ordenación típica
y no al azar.
También suele ocurrir que sustancias que se
presentan como de carácter amorfo no lo son
intrínsecamente, puesto que tal carácter es consecuencia de acciones perturbadoras que, durante su formación, impidieron el agrupamiento
ordenado de sus átomos. Si tales agentes perturbadores desaparecen, la sustancia agrupará sus
átomos ordenadamente, dando lugar al estado
cristalino.
De la consideración de estos dos estados surgen
los conceptos de anisotropia e isotropia. El estado cristalino por constituir una ordenación
atómica, no manifestará un idéntico comportamiento ante agentes externos en cualquiera de
las direcciones del cristal, lo cual se denomina
anisotropia.
Por el contrario, el estado amorfo,
con su arbitraria constitución característica, presentará idénticas propiedades en cualquier dirección del cuerpo que se considere; es, pues,
isótropo.
Estas diferencias entre los estados cristalino y
amorfo dan lugar a que el paso de líquido a sólido se realice de forma progresiva o brusca,
según veremos más adelante.
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