Las pequeñas aeronaves no tripuladas conocidas como drones o como UAVs, por sus siglas en inglés, son robots aéreos semiautónomos cuya presencia en los cielos del mundo es cada vez más habitual. Sus primeras aplicaciones han estado en el ámbito militar y en el policial, con misiones tales como patrullar el espacio aéreo de una ciudad ante el temor de un atentado terrorista, espiar territorio enemigo durante una guerra o incluso realizar incursiones de ataque contra objetivos muy específicos, hecho que ha cosechado muchas polémicas, sobre todo cuando los objetivos han sido blancos humanos. Sin embargo, poco a poco van apareciendo drones diseñados para otras aplicaciones y mucho más baratos.
Ahora es el turno de un nuevo dron diseñado por la Universidad Estatal de Michigan en Estados Unidos, y que está pensado para tareas de vigilancia agrícola en grandes campos de cultivo. La idea es que los drones de este tipo se vuelvan, con un precio bastante bajo y una utilidad bastante grande, tan comunes entre los enseres de una gran explotación agrícola como lo es por ejemplo el tractor.
El equipo de Bruno Basso, experto en ecosistemas, de la citada universidad, está usando este dron para ayudar a los agricultores a maximizar sus rendimientos agrícolas mediante la vía de mejorar su gestión del nitrógeno y del agua, así como también reducir los impactos medioambientales como por ejemplo la filtración de nitratos o la emisión de óxido nitroso.
Para esta iniciativa, el nuevo dron mide cómo los cultivos reaccionan ante el estrés ambiental, el cual puede incluir situaciones como la sequía, la escasez de nutrientes, o el ataque de animales herbívoros. El dron sobrevuela el campo agrícola documentando el estado de prácticamente cada palmo cuadrado del terreno, con una resolución del orden de los centímetros. El conjunto global de datos da a los agricultores detalles valiosos y actualizados sobre el estado de salud de sus campos de cultivo.
Disponiendo de estos conocimientos, los agricultores pueden actuar de inmediato en las áreas problemáticas de su campo, solucionando muchos problemas antes de que empeoren demasiado, algo que mediante la inspección ocular a pie de cultivo les llevaría mucho más tiempo descubrir, y aumentaría notablemente su riesgo de pasar por alto alguna zona problemática.
El UAV tiene tres sensores: un radiómetro de alta resolución, una cámara térmica empleada para monitorizar la temperatura de las plantas y su nivel de hidratación, y un escáner láser que mide en centímetros la altura de cada planta individual. A diferencia de una avioneta convencional, el dron puede volar de manera segura a altitudes tan bajas como 30 metros (100 pies) o incluso menos, así como en unas condiciones meteorológicas muy diversas, con el único requisito de que el viento no sea muy fuerte. Al volar, este dron, al igual que otros UAVs, no necesita que ningún humano lo pilote desde tierra, ya que sigue un patrón preprogramado de vuelo mediante piloto automático que está pensado para reunir la mayor cantidad posible de datos del campo que sobrevuela y con la mayor economía de vuelo posible.
“El UAV es como una máquina de rayos X”, resume Basso. “Antes de que podamos diagnosticar un problema, debemos reunir tantos detalles sobre el mismo como sea posible”.
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